Necesitamos poder

construccion nacional
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Iñaki Gil

Un contrapoder que se apalanque a la defensiva dura poco, empieza a desanimarse si no consigue más conquistas. La lucha ofensiva es la vida del contrapoder y ello hace que, si quiere existir, ha de dar el salto al doble poder. No hay otra alternativa a la luz de la experiencia histórica, y por tanto de la teoría.

De la misma forma en que todo contrapoder que se detiene en su avance empieza a debilitarse y, más temprano que tarde, a retroceder, lo mismo le sucede pero a escala más amplia y rápida a las situaciones de doble poder. Un contrapoder estable, por ahora, son los ayuntamientos y otras instituciones “superiores”, y pueden y deben constituirse en doble poder gracias a su capacidad pedagógica, concienciadora, de planificación democrática, etc., pero chocarán con más y más resistencias desde el Estado español y sus peones autóctonos.

El doble poder se caracteriza por su capacidad de derrotar planes importantes del poder opresor, desde urbanísticos hasta sociales, culturales, lingüísticos, ecológicos e incluso, y sobre todo para activar vías socioeconómicas muy progresistas que pueden, si se quisiera hacerlo, empezar a minar algunas bases de la propiedad privada y de la fuerza represiva del Estado.

Por ejemplo, cooperativismo popular, de producción y consumo, recuperación pública de empresas y de bienes comunes, redes de intercambio justo interno e internacional, economía solidaria y préstamos sin interés, bancos de tiempo, yacimientos de trabajo social, seguridad colectiva democrática, lucha masiva por la amnistía, etc. Pero estas vías deben asentarse en una creciente movilización política de masas en la que el pueblo trabajador sea la fuerza directora, y dentro de este la clase obrera. Si el doble poder no avanza, retrocede.

Hablamos de la dialéctica entre reforma y revolución, programa mínimo y programa máximo, autogobierno tolerado e independencia socialista. En un capitalismo en crisis, nada de esto debe hacerse sin un programa de integración de las mal llamadas “clases medias” y de la pequeña y mediana burguesía, a distintos niveles obviamente, pero debe hacerse. No es un debate nuevo en la historia política.

Pero la conciencia nacional no es una vacuna perfecta, necesita de una praxis estratégica que ilumine siempre los objetivos irrenunciables. Por esto, es vital seguir avanzando del doble poder al poder popular, al Estado vasco inserto en la República Socialista Vasca. El doble poder se extingue o es ahogado en sangre si no avanza al poder estatal, popular.

La necesidad de un Estado es innegable para las naciones oprimidas si queremos sobrevivir en la mundialización capitalista. Incluso los pueblos formalmente soberanos necesitan recuperar la independencia económica que sus burguesías han entregado al imperialismo, y en este contexto todo Estado que quiera defender a su pueblo ha de avanzar al socialismo con el poder popular y la solidaridad internacionalista. No hay otra alternativa, de lo contrario será engullido por la desnacionalización inherente a la expansión del capital, y re-nacionalizados, subsumidos, en las nuevas formas ideológicas y culturales creadas por las reordenaciones imperialistas que están teniendo lugar. Sin un Estado vasco, seremos una región inserta en un protectorado económico con forma de Estado periférico de la UE.

IÑAKI GIL DE SAN VICENTE

EUSKAL HERRIA 21-IX-2011