Balance de una insurgencia. 1ª parte. La Guerra Revolucionaria (1959-1975)

Historia Comunista de Euskal Herria
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No es fácil construir un relato acerca de la lucha militar de ETA desde su nacimiento hasta el momento en que la propia Organización armada decidió clausurar su actividad insurgente. Objetivar tantos años de disidencia es una tarea compleja. Sin embargo necesitamos realizar un  balance que nos sirva de base para dilucidar qué aciertos y errores se pudieron cometer durante los largos y duros años de secuencia armada. Todo ello, desde la inevitable distancia que nos impone el tiempo y a sabiendas de que juzgar decisiones, acciones, hechos pasados y consumados puede resultar pretencioso, simplista e incluso ofensivo para aquellos que realmente participaron de los acontecimientos en primera persona...

 

 

BALANCE DE UNA INSURGECIA 

-PRIMERA PARTE- 

E.T.A. (1959-1975) 

-ACTIVIDAD ARMADA EN EUSKAL HERRIA-

 

1. PRÓLOGO

2. EL DEBATE

3. DEFENSA ESTRATÉGICA (1959-1964) 

-  ETA, una organización integral

-  Primeros pasos

4. EQUILIBRIO ESTRATÉGICO (1965-1974)

       - Condiciones subjetivas 

       -  Europa Occidental como marco geo-político de enfrentamiento 

       - Doctrina militar de la Acción-Represión-Acción 

       -  La chispa que incendia la pradera 

       - V asamblea 

       - Frentismo 

       - Muerte sobrevenida 

       - La ruptura del miedo 

       - Acción-Reconstrucción-Acción 

       - Una novedad en la mesa 

       - Los límites del frentismo 

       - Operación Ogro 

       - Entre lo viejo y lo nuevo 

       - La verdad es siempre revolucionaria

5. OFENSIVA ESTRATÉGICA (1975) 

        - Dos modelos organizativos en liza 

        - El peso de la herencia 

        - Descalabro  de la ofensiva poli-mili 

        - El triunfo de la cautela 

6. RELEXIONES GENERALES 

 

1.    PRÓLOGO 

No es fácil construir un relato acerca de la lucha militar de ETA desde su nacimiento hasta el momento en que la propia Organización armada decidió clausurar su actividad insurgente. Objetivar tantos años de disidencia es una tarea compleja. Sin embargo necesitamos realizar un  balance que nos sirva de base para dilucidar qué aciertos y errores se pudieron cometer durante los largos y duros años de secuencia armada. Todo ello, desde la inevitable distancia que nos impone el tiempo y a sabiendas de que juzgar decisiones, acciones, hechos pasados y consumados puede resultar pretencioso, simplista e incluso ofensivo para aquellos que realmente participaron de los acontecimientos en primera persona. 

El conflicto entre el Pueblo Vasco y la tenaza imperial hispano-francesa  se ha materializado de diversas formas, en unos casos de manera soterrada y en otras de  forma abierta. De manera pacífica o con expresiones crueles, violentas y armadas, todo ello bajo la atenta mirada de los distintos escenarios internacionales. Uno de los enfrentamientos más duros fue la deflagración desatada en el interior del Estado español entre 1936 y 1939, preámbulo de la Segunda Guerra Mundial. Tras la derrota del Euzko Gudarostea en 1937,  la sociedad vasca de Hegoalde vio como sus libertades fueron pisoteadas por la bota de un españolismo militarista que recibía  de las potencias nazi-fascistas en ascenso un apoyo material y humano imprescindible para su victoria mientras los combatientes del Ejército Vasco soportaban la indiferencia de las democracias occidentales. 

Con ETA renace a finales de los cincuenta, en nuevos sectores populares, la ilusión de un enfrentamiento al estado, iniciando, con las coordenadas de “liberación nacional y social”, un proceso de ruptura y  autodeterminación protagonizado por el Pueblo Trabajador Vasco. El vacío dejado por la ausencia de la izquierda histórica y el nacionalismo tradicional crean el espacio necesario para un salto dialéctico en la realidad política, social y cultural vasca. Es el  inicio del movimiento independentista vasco (MLNV) que, supera la actitud de la vieja resistencia posibilista. 

La nueva estrategia de independencia y socialismo, sobrepasa dialécticamente viejas contradicciones, se avanza en nuevos frentes de lucha con todas las dificultades de la clandestinidad. Pese a la persecución, ha cuajado en un sector fuertemente militante y numeroso de la sociedad vasca, que en los setenta hizo despertar una izquierda sin alternativa y un nacionalismo aletargado, en las luchas solidarias contra la represión. 

Este nuevo resurgimiento recoge la voluntad frustrada de ruptura en aquella mal denominada “Transición” del 77, en que los partidos históricos de la oposición de izquierdas y del nacionalismo jelkide, no estuvieron a la altura del momento histórico. 

Impuesto el terror y el silencio, sólo el nacimiento de ETA consiguió modificar tal situación. Euskadi Ta Askatasuna supuso la aparición de una chispa de esperanza que finalmente lograría incendiar el monte. La insurgencia vasca contempló en su seno desde el principio la liberación nacional en dos fases: 

1.  La primera debía abordar el territorio sur de Euskal Herria 

2. Posteriormente, se pasaría a asaltar las posibilidades planteadas en Iparralde. 

Los resultados obtenidos por la nueva maquinaria militar urbana vasca hicieron creer que la fase insurreccional de la liberación de Hegoalde era posible. Pero esa esperanza en la victoria vía armada sobre un oponente más poderoso duró poco. Las fuerzas contra-insurgentes, las incapacidades político-militares de la propia ETA, la desigualdad de los medios en liza, la memoria de conflictos pasados, el  asentamiento de España en las estructuras europeistas y la colaboración francesa, llevaron a modificar la estrategia revolucionaria hacia formulaciones gradualistas que se materializarían en una negociación política que reconociese la fortaleza de los posicionamientos independentistas. Sin embargo, toda esperanza en un proceso pactado que abriera el camino político a la ruptura democrática siempre ha sido abortada por los sectores más reaccionarios del Estado español con la ayuda francesa. 

En este sentido, la disidencia vasca fue y es el principal problema para la “normalización y legitimización del sistema capitalista en Euskal Herria” a la vez que la guerra pendiente del Estado español e indirectamente del francés. Se reafirma así la vieja conclusión de que, independientemente del modo de producción imperante, la construcción de las identidades tanto española como la francesa, se han realizado históricamente aplicando los códigos bélicos al uso (ejecuciones extrajudiciales, torturas, secuestros, chantaje, leyes especiales, intoxicación, guerra sucia, etc.),  legitimados por los distintos sistemas de dominación (dictadura o democracia formal) y en función de las coyunturas internacionales que les permitiera maniobrar y actuar acotando perfectamente los derechos y libertades socio-políticas y fomentando  la represión consiguiente. Es decir, guerra sí pero camuflada legalmente. 

En el caso de Hegoalde su situación se deriva de la prevalencia de la unidad de mercado necesaria para una oligarquía atrasada con respecto a sus correligionarios europeos junto a factores culturales teñidos de un nacionalismo españolista casposo y rancio,  potenciado en extremos y que asume los modos más retrógrados que los vértices de las “sociedades modernas” expresan: intransigencia, uniformidad y reacción, todo ello coronado por el colaboracionismo de una burguesía regionalista que lejos de situarse en clave de nación, ha contribuido permanentemente a sacar provecho del conflicto situándose en parámetros políticos ambiguos que disfrazaban su renuncia histórica a la construcción de Euskal Herria y que busca exclusivamente el beneficio económico. En cuanto a Iparralde, el jacobinismo intransigente, concepción del Estado en Francia, ha sido y es el factor determinante para tener al territorio norte del solar vasco bajo un permanente dominio económico, social, cultural y político que pretende, aún hoy, hacer desaparecer a la nación vasca o reducirla a un simple recuerdo folclórico. 

Debemos recordar que muchas de las características del enfrentamiento armado entre ETA y los estados español y francés (saturación de prisioneros, guerra psicológica, tortura, presión internacional...) se configuran como si fueran propias de una guerra abierta. Analizando bien las cifras, entre diez y quince mil vascos han sido voluntarios de manera más o menos intensa en ETA y los casi veinte generales del Ejército español muertos por la actividad insurgente vasca en los últimos años, todo ello unido a los más de 1.300 muertos entre ambas partes, 3000 torturados, presos, certifica la crudeza y gravedad del conflicto en plena Europa Occidental si exceptuamos la guerra en Irlanda en todas sus vertientes. En esencia, el enfrentamiento armado durante estos últimos sesenta años ha originado más de un millar de muertos, algunos reconocidos en los "partes de guerra" de los distintos regímenes tanto españoles como franceses, otros, en cambio, no sumados en la estadística. Entre los no declarados se encuentran esos más de cuatrocientos (474) ciudadanos vascos muertos y desaparecidos por la Policía Nacional, Policía francesa y la Guardia Civil en Euskal Herria a los que habría que añadir los más de 2.000 heridos. 

Este balance que presentamos, se centra fundamentalmente en la actividad armada de ETA como núcleo central del esfuerzo de la emancipación que en sus posicionamientos políticos. Hemos de aclarar  también que se han excluido del tratamiento a otras organizaciones como los Comandos Autónomos Anticapitalistas, Iraultza e Iparretak, no por cuestiones ideológicas, políticas o de índole militar, sino por intentar centrar al máximo posible la mirada sobre los aspectos operativos que pudieron tener más impacto y peso específico en la historia del conflicto que se ha sostenido y aún se mantiene en Euskal Herria en estos últimos años. 

Para consolidar este trabajo, se han empleado extensos datos bibliográficos, historiográficos y por supuesto experiencias personales de individuos que han sido protagonistas de la lucha armada vasca, desde aquí nuestro más sincero agradecimiento.

   

2.    EL DEBATE 

El nacimiento de ETA, o en su defecto, los grupos de estudio y formación denominados Ekin, desarrollados a lo largo de los años cincuenta, tuvieron su origen en los oscuros tiempos del franquismo. Es constatable que el período inmediatamente posterior a la derrota de la República española y de la marcha al exilio del Gobierno vasco, fue el del desmoronamiento organizativo e ideológico del nacionalismo vasco tradicional y del exterminio de cualquier abertzalismo revolucionario y comunista. 

Pero el Partido Nacionalista Vasco a pesar de sus circunstancias no perdía el tiempo. Desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial la estructura del partido fue un colaborador necesario del mando aliado a través del grupo de “servicios” dependiente del Departamento de Estado de estados Unidos, especialmente durante la guerra fría. 

Sus consecuencias aún perviven en Euskal Herria. Todo este tiempo se estuvo llenando de documentos, telegramas y mensajes en clave, las sedes de los servicios secretos de todo Occidente en la espera de que tal prestación, fuese recompensada por los Aliados vencedores del nazi-fascismo y derrocaran a la dictadura militar española nacida del golpe de estado sangriento de 1936. Pero ninguna de las pretensiones jelkides se cumplieron. En este sentido, el nacimiento de Ekin y su posterior conversión en ETA, responde en gran medida a la pasividad del PNV. 

ETA pronto se convirtió en una referencia organizativa, de combate frente al franquismo, no sólo en Hegoalde e Iparralde, sino en el conjunto del Estado español. Cuando en Diciembre de 1973,  el comando Txikia ejecuta al presidente del Gobierno hispano, el almirante Luis Carrero Blanco, demostró que era la única fuerza dispuesta a atacar al corazón del sistema. ETA había dado el golpe más osado a la dictadura militar española desde el término de la guerra de 1936-1939. 

Y aunque una seña de identidad de ETA es la práctica de la actividad bélica, su aparición en el escenario socio-político vasco no vino acompañado inmediatamente de las armas. Podemos afirmar que ETA no nació armada. El paso a concebir la violencia como indispensable y llevarla al terreno de la emancipación se produjo no sin vacilaciones. El debate sobre la utilización del recurso armado es intenso y se discute insistentemente sobre su conveniencia. Conviene recordar que la actividad contra-insurgente por parte de las fuerzas policiales, militares españolas (fundamentalmente) y francesas, provocan 12 muertos, entre los ciudadanos vasco, en su persecución a ETA antes de que ésta, fortuitamente, mate al primer policía español en 1968. 

Las distintas posturas acerca del empleo de las armas están influidas por fenómenos que se registran lejos de Euskal Herria, las revoluciones de liberación nacional de los países del Tercer Mundo y la doctrina de la no-violencia de Ghandi. Para los defensores de una u otra opción no se trata de otra cosa que la de aplicar a la realidad de la sociedad vasca las enseñanzas de las experiencias revolucionarias allí donde se produzcan, de ahí que la discusión sea extremadamente respetuosa, abierta y sincera. 

El Poder al que la nueva Organización se tiene que enfrentar es enorme. Emanaba de una sublevación y de una guerra posterior dirigida por un grupo de militares españoles africanistas con experiencia en el campo de batalla y que además representaban a unas clases sociales privilegiadas que se vieron respaldadas ideológica, política y materialmente por el movimiento fascista internacional emergente en ese momento allá por la década de los 30. Y a pesar de que tras la IIª Guerra Mundial Alemania, Italia y Japón fueron derrotados, el posterior devenir histórico mundial no iba precisamente a beneficiar a Euskal Herria ni a su Pueblo Trabajador. La dictadura franquista se queda casi aislada en Europa pero su virtualidad reside en que resulta útil y fácil alinearla al servicio de los intereses imperialistas de EEUU frente a la todopoderosa URSS y la lucha anti-comunista. El franquismo por tanto, aunque cuestionado y denostado internacionalmente, cumple un papel fundamental y  necesario para el nuevo escenario global de enfrentamiento entre potencias. En estas coordenadas se comienza la actividad insurgente vasca, en soledad, frente a un poder totalitario que es consentido por toda la comunidad internacional del entorno geo-político.  

 

3.    DEFENSA ESTRATÉGICA (1959-1964) 

ETA nace para el mundo en 1959, período de grandes cambios en la realidad social y económica vasca. El Régimen franquista, parte integrante ya del sistema capitalista occidental, bajo el Fondo Monetario Internacional (FMI) y EEUU, pone en marcha el Plan de Estabilización cuyo objetivo reside en sacar a la economía española del pozo de la política autárquica llevada hasta entonces, e integrarla en el sistema de mercado occidental como estaba ya desde hacía muchos años su vecina Francia. 

La propaganda franquista utiliza el apoyo internacional para reforzar su mensaje chovinista. En dicho contexto, la existencia misma del Pueblo vasco representa un antagonismo objetivo. ETA, superada la cuestión sobre la acción directa armada contra la opresión, comienza la andadura para la creación de una estructura político-militar. En términos de conflicto son años de aplicación de una Defensa Estratégica, concepto asociado a la formación y actividad inicial de grupos armados. Es una fase en la que se obtiene el apoyo de la población a través de ataques contra la maquinaria gubernamental y por la difusión de la propaganda. La insurgencia despliega una táctica ofensiva. 

ETA, una organización integral

En un clima de asfixia política y social, ETA asume configurarse de una manera integral, adquiriendo aspectos culturales, socio-políticos, ideológicos y finalmente armados. No podía ser de otra manera ya que la propia esencia totalitaria del sistema político español imperante convertía a ETA en un nuevo sujeto activo que necesariamente tenía que agrupar diferentes ámbitos de actuación. Y es precisamente la propia necesidad  de ser alternativa, y en consecuencia polivalente, lo que la va a poner en cuestión y en jaque tanto interna como externamente, a lo largo de toda su historia. Sin embargo y al calor de la dialéctica, esa misma multifuncionalidad aparentemente auto-destructora le va a permitir evitar constantemente su eclipse y prolongar su supervivencia. 

Los comienzos de la actividad de ETA, hasta la V Asamblea, estuvieron caracterizados por un activismo más sujeto por las necesidades que por la planificación. Su lucha inicial estaba protagonizada por argumentos de emotividad y legitimidad. Dentro de ETA se hace fuerte la tendencia que busca la asimilación de modelos revolucionarios para Euskal Herria, con gran interés en la activación de la lucha armada (esta tendencia se denominaría en función de esos referentes tercermundista, guevarista, colonialista…). 

 Ya desde sus inicios cuenta en su reducida militancia revolucionaria con 3 comunistas (Irigarai, Krutwig e Iturrioz). En esa línea, aunque no se ha fijado un plan concreto para el desarrollo creciente del enfrentamiento contra el Estado, términos como guerrilla, insurrección, revolución y otros análogos se van a incorporar al vocabulario de la Organización. Federico Krutwig, miembro de Euskaltzaindia en el exilio, publica en 1962 su libro “Vasconia”, que se convertirá en la primera referencia teórica de los jóvenes militantes de ETA. En “Vasconia”, Krutwig considera que la lucha entre “Euskadi” y el Estado español es un combate entre un país colonizado contra un estado imperialista. Para librarse del yugo colonial no queda más remedio que la Guerra Revolucionaria, que debe ofrecer un ideal a la población en cuyo seno opera el guerrillero. 

A pesar de la modestia de Euskadi Ta Askatasuna, su impacto en una sociedad acostumbrada a rumiar en silencio, la impotencia y la resignación desde la derrota de la guerra en 1937, es importante, incluso medios de comunicación extranjeros empiezan a destacar las actividades político-militares de Organización y de la creciente implicación contra-insurgente del gobierno dictatorial español. ETA se convierte en elemento de oposición directa al Régimen y motivo de preocupación constante para el Gobierno francés. Segura de sí misma, a medida que camina, ETA comienza a sentirse preparada para plantearse la necesidad de teorizar sobre la forma de dar un salto en la lucha y emprender el camino hacia una respuesta armada más amplia. Fruto de este estado de ánimo es el documento “La insurrección en Euzkadi”, elaborado a finales de 1963 por Julen Madariaga, a la sazón responsable del aparato militar y publicado a principios de 1964 en la serie de “Cuadernos ETA”con el número 20. Esta obra deja bien clara su filosofía desde su primera frase: 

“Cuando la política ha agotado todos sus medios se impone la guerra justa de liberación”.

El trabajo es un compendio de aportaciones de teóricos militares con especial atención a las experiencias más recientes de otros movimientos de liberación y pretende ofrecer una guía práctica para la puesta en marcha en Euskal Herria de un proceso de Guerra Revolucionaria. Aunque presenta algunas reflexiones adaptadas a la realidad (como la necesidad de conducir el proceso de lucha en etapas consecutivas y graduales, el tomar en cuenta la realidad urbana de Euskal Herria como punto de partida para la estrategia…), en general el texto acaba escorándose hacia el mimetismo con experiencias revolucionarias exitosas acaecidas en contextos sociales muy diferentes, como China, Argelia o Vietnam y proponiendo opciones de lucha guerrillera que nunca se aplicarían. No obstante, a pesar de la modestia militar de ETA, la mística de la guerrilla seguiría ejerciendo una potente atracción sobre muchos militantes. “La insurrección en Euzkadimuestra, más que la estrategia que ETA iba a seguir en los próximos años, el nivel de decisión y de compromiso con la lucha.

Primeros pasos 

Aunque se comienza a hablar de un proceso revolucionario propio, se tomaban ejemplos de lo sucedido en otros países sin que se creara ninguna teoría sólida sobre la definición y la práctica de la actividad armada en Euskal Herria. Ello llevará a que durante unos años la acción insurgente sea errática e irregular y es por ello que los resultados fueran desastrosos, quizás no tanto por los errores propioscomo por la infravaloración que hicieron del enemigo al que combaten, que en los aspectos contra-insurgentes, era más poderoso de lo que parecía. Su experiencia venía avalada por la historia. 

Tras las primeras acciones de 1959, Euskadi Ta Askatasuna decide abrir un período de consolidación organizativa antes de proseguir con la realización de operaciones  cuyo alcance y diseño aún no están muy bien definidos. Actividad de propaganda, captación y formación de la militancia eran los ejes de la actuación en esos momentos. No obstante, son muchos los que todavía piensan que no es el momento de lanzar una campaña de intensidad, bien por falta de preparación para ello, bien por razones ideológicas.

Ya en Marzo de 1963 se realizó la IIª Asamblea en la localidad de Capbreton, en Las Landas. De cara al plano militar se acuerda realizar dos o tres acciones significativas al año. Llama la atención  la división organizativa que ETA hace de Euskal Herria ya que parte el país en seis zonas o herrialdes que no se corresponden con las provincias existentes sino que se delimitan, siguiendo la doctrina militar de Mao Zedong, en función de las necesidades de la lucha insurgente. Cada uno de ellos estaría dirigido por un herrialde-buru, y todos ellos coordinados por un jefe militar transitorio (durante seis meses) llamado buruzagi.

Entre Marzo y Abril de 1964, ETA llevaría a cabo su IIIª Asamblea. En esta reunión, Euskadi Ta Askatasuna dedicó especial atención a las reformas orgánicas internas con las miras puestas a fortalecerse ante la presión contra-insurgente. La asamblea además ratificaría la aprobación del folleto: “La insurrección en Euzkadi,  que afronta el conflicto desde  una perspectiva más realista. También se acordaría intensificar la campaña de propaganda antes de pasar a otras fases de la lucha. Comienza a verificarse que  “La insurrección en Euzkadi”, tal como estaba concebida, era una base sobre la que no se podía avanzar.

 

4.    EQUILIBRIO ESTRATÉGICO (1965-1974)

Aunque señalamos 1965 como el inicio de la fase de Equilibrio Estratégico, ETA entra en este nuevo período progresivamente, durante los dos años anteriores. La insurgencia trata de adoptar una estructura y una táctica más adecuada a la realidad vasca. El concepto del Equilibrio Estratégico viene ligado al crecimiento y expansión de la Organización revolucionaria y a una construcción ideológica coherente. La potencia de los ataques sobre el poder y las instituciones vitales del Estado se acentúan, ampliándose progresivamente pero no sin problemas que se deben solventar si se desea superar etapas.

Condiciones subjetivas 

Dado la naturaleza de una dictadura, nadie cuestiona ya que se dan las  condiciones objetivas para iniciar la lucha armada abiertamente, sin embargo, subjetivamente, el grado de confrontación que se contempla en “La insurrección en Euzkadi” no está ni mucho menos presente en la sociedad vasca y hay factores sociológicos y de clase significativos que indican que tales situaciones no van a darse nunca. Urge por tanto que ETA encuentre una línea de intervención más adecuada a la realidad que le permita combatir por sus objetivos de una forma más eficaz.  Esta nueva línea pretendida viene presentada en el trabajo “Bases teóricas de la Guerra Revolucionaria”,elaborado por José Luis Zalbide.

Europa Occidental como marco geo-político de enfrentamiento 

En el escrito de Zalbidese renuncia expresamente a copiar experiencias ajenas, de las que sin duda hay que aprender,pero se deben definir las características de un proceso propio. El trabajo de Zalbide reconoce que debido a las condiciones de desarrollo económico y urbano de Euskal Herria, la Guerra Revolucionaria se iniciaría con la guerrilla de asfalto. Las guerrillas del monte se formarían después de manera progresiva, en la medida en la que fuera avanzando el proceso. Bajo esta fórmula se buscarían dos objetivos: 

  • Primero, conquistar la voluntad de la población
  • El segundo, la destrucción del aparato del Estado español en Hegoalde. Iparralde queda   relegada a una etapa posterior 

Si lo demarcado se fuera cumpliendo, habría que ir formando una administración propia que sustituiría al aparato del Estado. Paralelamente se deben anular todas las respuestas del enemigo, particularmente su capacidad represiva y finalmente se tomaría el poder. 

La Guerra Revolucionaria descansaría en dos pilares: 

  • El militante por un lado
  • Y la supremacía de lo ideológico sobre lo político y lo militar por otro

  

Doctrina militar de la Acción-Represión-Acción 

Aunque en la obra de Zalbide se fijan objetivos y medios demasiado ambiciosos,  la idea central del estudio en “Bases teóricas de la Guerra Revolucionaria” (1966) que ha pasado a la historia es la conocida como la espiral Acción-Represión-Acción. El trabajo define así este concepto: 

“Supongamos una situación en la que una minoría organizada asesta golpes materiales y psicológicos a la organización del Estado, haciendo que éste se vea obligado a responder y reprimir violentamente la agresión. Supongamos que la minoría organizada consigue eludir la represión y hacer que ésta caiga sobre las masas populares. Finalmente, supongamos que dicha minoría consigue que en lugar de pánico surja la rebeldía en la población, de tal forma que ésta ayude y ampare a la minoría en contra del Estado, con lo que el ciclo acción-represión está en condiciones de repetirse, cada vez con mayor intensidad”.

La Guerra Revolucionariase concibecomo un proceso ascendente de endurecimiento del conflicto de características ceñidas a la realidad vasca. El fin teórico de este planteamiento conduciría en última instancia, a la formación de un Ejército Popular, pues cada vez más población se convencería de la necesidad del enfrentamiento militar frente al estado opresor. 

La chispa que incendia la pradera

ETA asimila, con el trabajo de Zalbide, que el desencadenante de la lucha va a ser una “minoría organizada”. Además, va a tener en cuenta que un proceso de estas características es suficientemente complicado como para definir cuidadosamente las etapas de desarrollo del mismo a fin de no anticipar acciones antes de que existan las condiciones para ellas.

Marcada la estrategia, el siguiente paso es adecuar la estructura. Se trata de crear las bases para la actividad operativa a través de una estructura militar y de información. El hándicap más importante sin embargo es la precariedad  logística que supone un freno al desarrollo de la acción. Ante la grave situación económica la Organización decide aprobar la formación de una Comisión de atracos (requisas) como medio de financiación. Hasta ese momento la tesorería había sido uno de los talones de Aquiles de ETA, ya que las fuentes de ingresos eran insuficientes.

Pero los problemas económicos no son óbice para recoger logros en el terreno propagandístico. Los objetivos  marcados se cumplen lo que proporciona a ETA una creciente simpatía entre la población, que rompiendo con el terror franquista, iba adquiriendo la conciencia de la necesidad de luchar frente a la dictadura. Las condiciones subjetivas maduran en la medida en que la insurgencia evidencia en la práctica que existen posibilidades de cambios de situación, tanto a pequeña como a gran escala, a través de la lucha. Es una viva lección de dialéctica revolucionaria surgida desde la lucha y que en la V Asamblea marcará definitivamente una estrategia revolucionaria depurada, un punto sin retorno, que en la desigual lucha frente a los estados, ha seguido vigente hasta nuestros días.

V Asamblea 

A grosso modo y de una manera breve, la V Asamblea define la inseparabilidad del binomio INDEPENDENCIA y SOCIALISMO en la construcción nacional de Euskadi, superando dialécticamente las contradicciones planteadas por el “Grupo Socialista” (culturalistas) y la Oficina Política (españolistas) que mantienen su incompatibilidad entre sus propuestas “nacionales” o de “clase”. El sector culturalista se autoexcluye y la oficina política es expulsada  tras su propuesta reformista (afín a los “felipes” de ESBA) de participar en las elecciones del sindicato vertical.  

La alternativa iniciada por el grupo de Bruselas y posteriormente redactada por los hermanos Etxebarrieta en: “Ideología de Y”, formula que el sujeto revolucionario definido como PUEBLO TRABAJADOR VASCO es el núcleo central de un futuro Frente Nacional. Se asumen las aportaciones del “nacionalismo revolucionario” de Krutwig afirmando que “en condiciones de dominación nacional la forma de lucha de clases es la lucha por la independencia”.

Es evidente la influencia maoísta del sector dominante que cuenta con el apoyo del colectivo de Bruselas y los hermanos Etxebarrieta. Asimismo se da por finiquitada la fase anterior del “activismo por el activismo” formulando definitivamente la estrategia armada a partir de las aportaciones de Zalbide desde la cárcel.

Frentismo  

ETA se dota de una estructuración en cuatro frentes: el Obrero, el Militar, el Político y el Cultural, continuando las acciones en los meses siguientes, aunque nuevamente ceñidas al plano propagandístico, lo que obliga a que las fuerzas anti-subversivas retomen altos niveles en cuanto a la cantidad de arrestados y las torturas infringidas a los mismos. Las órdenes de tirar a matar se extienden incluso ante voluntarios que están haciendo pintadas. ETA es absolutamente consciente de que algún militante puede morir en cualquier momento. Sin pretenderlo ni planificarlo todavía, ETA lleva a la práctica la Doctrina de la espiral sin pegar un solo tiro.

Muerte sobrevenida  

Entre detenciones, torturas, tiroteos, explosiones y atracos, el final de 1967 y el principio de 1968 están marcando un punto de inflexión. A comienzos de 1968 el jefe superior de Policía de Bilbao afirmará:

 “… hemos declarado la guerra caliente a la ETA”

La Organización responderá a esta amenaza en un manifiesto redactado por el miembro de ETA, Txabi Etxebarrieta, publicado en Marzo de 1968 con motivo del Aberri Eguna. En él se hará una lectura positiva de su creciente actividad, no sólo en el Frente armado. La Organización cree que ha activado el adecuado mecanismo de respuesta en la lucha de liberación nacional y social y que el sistema también ha captado la peligrosidad del desafío.

Antes, en Enero de 1968, ETA lanzará el Zutik 48, escrito por José Antonio Etxebarrieta tras un largo debate interno. El título es un resumen de las intenciones: 

“Qué hacemos. Por qué lo hacemos. Qué tenemos que hacer. Por qué lo tenemos que hacer”. 

En este boletín, de notoria influencia maoísta, la Organización armada vasca explica cómo entiende que ha de realizar su lucha y se vislumbra la voluntad de dar un salto cualitativo de forma inminente. Para ETA había terminado el tiempo de la ambigüedad y ante los acontecimientos que se avecinaban todo el mundo iba a tener que tomar partido. Pocas semanas después de publicarse este manifiesto, la lucha en Euskal Herria aceleraría su proceso. Pero el detonante de este cambio, lejos de ser activado por iniciativa de ETA, sería debida a la muerte de Txabi Etxebarrieta en un enfrentamiento con la Guardia Civil. 

El asesinato de Txabi  marcaría un antes y un después en la dinámica militar. Sólo ahora con el paso de los años, somos capaces de visualizar el shock psicológico que supuso en la mentalidad de los voluntarios de ETA la muerte de Txabi.Dentro de la Organización, la amargura personal de sus miembros se conjuga con la obligada serenidad política. Junto al homenaje más sentido en diferentes publicaciones y octavillas que califican a Txabi como el primer mártir, aflora la reflexión más profunda y la necesidad de valorar lo sucedido en el contexto político general. ETA percibirá que la sociedad vasca está madura para entender que el momento de la acción contundente contra los ejecutores de la opresión ha llegado.

La ruptura del miedo 

El 2 de Agosto de 1968 el comisario jefe de la Brigada Político Social de Gipuzkoa y uno de los más conocidos torturadores de Euskal Herria desde 1939, Melitón Manzanas, se convertirá en la primera víctima mortal de una acción insurgente premeditada. Manzanas fue abatido en el portal de su casa por un voluntario armado después de que la Organización determinara que su condición de símbolo de la dictadura otorgaría a esta ekintza una enorme proyección política. Su homólogo en Bizkaia, José María Junquera Rubio, eludiría una operación idéntica a la de Manzanas al encontrarse en esas fechas fuera de Euskal Herria. 

El desafío simbólico era importante. Si Manzanas encarnaba el poder y la impunidad de la dictadura, esos elementos habían quedado ahora destrozados. La muerte de Manzanas era el final de una era, la definitiva pérdida de temor de la sociedad vasca al fascismo. El Régimen tenía y debía de responder en consonancia, la pérdida de autoridad necesitaba ser compensada con el miedo. 

ETA logró eludir lo que calificó de “furia persecutoria nazi” gracias a un cierto repliegue en su actividad, compensado por la inmensa propaganda que la prensa estaba haciendo sobre el independentismo vasco y la Organización en particular. En las semanas siguientes, ETA se limitaría a realizar pequeñas acciones y algunos golpes de abastecimiento de material y explosivos. El conocido como “Rapport M(informe M), elaborado por Eskubi, que en ese momento era el más importante responsable de ETA, enuncia esta reflexión: 

 “Este parece el momento de recapacitar y no lanzarnos a escaramuzas inacabables. El saldo parece favorable a nosotros y las estructuras no parecen que pudieran aguantar nuevos golpes que serían de una intensidad difícilmente soportable. La política más acertada parece ser interrumpir la escalada de acciones y recoger sus frutos”. 

ETA creía haber capitalizado de tal forma lo sucedido que realizará un análisis excesivamente optimista de la situación en su Zutik50:

“Ninguno de los super-perseguidos dirigentes de ETA de alto o medio nivel, es detenido”; “La Policía sabe que ya no puede desarticular a ETA a no ser exterminando a todo el Pueblo Vasco. Tuvo su oportunidad hace años y la desaprovechó. Ahora ya no puede”.

A pesar de la prudencia, la estructura parecía fuerte y lo suficientemente compartimentada como para hacer frente a eventuales caídas. Esto llevó a ETA a afirmar a finales de 1968 que la acción contra Melitón Manzanas había sido un perfecto ejemplo de la espiral Acción-Represión-Acción, que por primera vez funcionaba tal y como había sido teorizada.  Si bien es cierto que en esos meses cientos de jóvenes se incorporarán a ETA, era cuestión de tiempo un descalabro total. En realidad, la espiral ha funcionado pero sólo a medias. Tras las duras caídas, la nueva dirección que se forma en el interior analiza las causas de la debacle dividiéndolas en dos campos:

  • La especialización represiva y su escalada progresiva en el tiempo
  • Los errores propios cometidos

Entre los segundos cabe destacar uno como fundamental: el relativo desprecio a las labores organizativas. Ello comprendería diversos hechos producidos en la etapa anterior a las detenciones: 

  • Dirección por parte de liberados conocidos por la policía, a pesar de lo cual actuaban como punta de lanza
  • Elevado número de liberados
  • Falta de especialización en los militantes
  • Militarización de personas no preparadas
  • Exceso de confianza y desprecio de las medidas de seguridad… 

Sin embargo, en una profundización posterior sobre lo sucedido, la nueva dirección se acerca al verdadero centro de la cuestión: 

“De todos modos, el crecimiento fundamental, el despegue definitivo de grupúsculo pequeño burgués a organización revolucionaria se ha producido, precisamente en esta última etapa, a partir de la V asamblea de la primavera del 67. 

El precio pagado ha sido altísimo. En cierto sentido puede decirse que el núcleo revolucionario que en 1967 constituía el eje de ETA, sus cuadros, (ser una gran cabeza y cuerpo pequeñito) ha desaparecido como tal núcleo; el porcentaje de bajas ha sido muy alto. Pero cabe preguntarse si no ha ocurrido así porque tenía que ocurrir, es decir, si ese quemar todos los cartuchos, llegando hasta el mismo límite, en una acción constante, con relativo desprecio de otras tareas (organizativas, para durar por ejemplo) no ha sido el precio que había que pagar, la condición necesaria para acceder a las nuevas posibilidades ante las que hoy nos encontramos” 

En otro párrafo encontramos otras reflexiones. Los errores cometidos provendrían de mantener la actividad sin detenerse a reestructurar la Organización: 

“las actas de la últimas sesiones del BT anteriores a las caídas registran este aspecto. Se propone prolongar la escalada unos días más, hasta el Aberri, para obligar a la represión a prolongar el estado de excepción, que para Gipuzkoa será ya el estado de guerra; para una vez conseguido esto, detenernos a estructurar y organizar para irrumpir con más fuerza en el momento preciso. Levantado el estado de excepción en Marzo, esa prolongación era ya, lo reconocemos, un error, de inercia y optimismo injustificado” 

Además de este análisis de la dirección formulada tras las caídas, no han faltado interpretaciones sobre éstas, casi siempre orientadas interesadamente en argumentar una posición política previa. Para algunos, las operaciones de castigo contra-insurgentes durante el estado de excepción, pudieron especializarse y obtener resultados gracias al obstinamiento de ETA en mantener la acción por encima de todo. Si la Organización se hubiera diluido entre las masas y luchando desde las mismas, hubiera tenido muchas más posibilidades de escapar de la represión. No obstante, no falta quien destaque argumentos en sentido contrario: ETA se habría quedado paralizada por el estado de excepción, tratando así de evitar la represión, lo cual habría facilitado la labor de ésta, es decir, el no haber continuado la escalada armada habría sido el principal error cometido.

Acción-RECONSTRUCCIÓN-Acción 

El golpe contra Melitón Manzanas y el consiguiente castigo gubernamental conllevaron a una gran actividad interna en ETA. La debilidad en el Frente  militar y las consecuencias que de ello se deriva vuelve a poner sobre la mesa las contradicciones político-militares irresueltas. A pesar de todo, ETA retoma los cuatro Frentes, las urgencias del momento no permiten una revisión del orden de batalla a la luz de la experiencia de los años posteriores a su implantación, por lo que pronto se volvieron a manifestar las carencias de este sistema. ETA simplemente irá incrementando la espiral con sus acciones a partir del momento en el que está preparada ya que repercute positivamente en el grado de conciencia y organización de la sociedad vasca.  Mantiene por tanto su Doctrina militar y consecuentemente  aumenta los objetivos a atacar:

1.- Acciones de apoyo a la clase trabajadora vasca. 

2.- Ataques a fuerzas represivas y a élites colaboracionistas 

3.- Ataques contra los medios de difusión franquistas

 4.-Voladura de monumentos fascistas

5.- Requisas a entidades bancarias

6- Apoyos logísticos 

7.- Ataques a centros de esparcimiento de la oligarquía

En el panorama internacional, el proceso revolucionario vasco cuenta, en ese mismo período, con nuevas referencias en el terreno de la lucha armada, ya que la década de los setenta es especialmente convulsa en este terreno. La guerrilla en multitud de escenarios estaba pasando a ser preferentemente urbana. Si bien Euskadi Ta Askatasuna dejó constancia de solidaridad y apoyo hacia respuestas armadas en diversos puntos del planeta (Kurdistán, Vietnam, Uruguay, Argelia, etc.) no sería hasta Mayo de 1972 en que se presentaría públicamente con otras dos organizaciones netamente Europeas: el Frente de Liberación Bretón y el IRA.

Una novedad en la mesa

El año 1972 se destaca como el del inicio de la guerra total del franquismo a la insurgencia vasca.  A medida que aumenta el acoso de las fuerzas represivas españolas, desde el Frente militar se planteó abiertamente la posibilidad de que fuera este Frente, junto al aparato de propaganda y el de relaciones internacionales, los que usaran las siglas ETA, quedando al margen de la misma el resto de estructuras, que quedarían vinculadas en un tronco común a través de una serie de mecanismos de coordinación. Curiosamente esta propuesta fue rechazada porque los demás frentes consideraron que dejaría en manos del Frente militar el control de la Organización.

Se fusionaron dos Frentes no militares, el Cultural y el Obrero, bajo el nombre de este último, para simplificar la estructura y mejorar la división de tareas. El nuevo Frente obrero ampliado sería en la práctica el Frente político. Y aunque mantiene la estructura frentista, ETA comienza una nueva etapa caracterizada principalmente por una tímida descentralización organizativa, intentando conjugar clandestinidad, operatividad y dar mayor poder a la base, siempre tan erróneamente olvidada,  así como aplicar cierta flexibilidad a la hora de tomar las decisiones imprescindible para aligerar la marcha.

La campaña insurgente de 1972 se iba a prolongar durante los primeros meses de 1973 y remarcaría el éxito de la Acción-Represión-Acción como medio de maduración de las futuras condiciones militares y de oportunidad política. El año comenzó con varias acciones importantes como el robo de cuatro toneladas de dinamita en Hernani. Pero sin duda la operación  más significativa sería el arresto del industrial navarro Felipe Huarte Beaumont. La detención de este empresario guarda un total paralelismo con el acaecido un año antes en la persona de Lorenzo Zabala. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido con Zabala, la Policía española no tardaría mucho tiempo en desmantelar la infraestructura utilizada. A reglón seguido, la capacidad operativa y la moral de ETA sufrieron un duro golpe con la muerte del responsable del Frente militar, Eustaquio Mendizábal, Txikia. Eustaquio Mendizábal era uno de los miembros  más conocidos que venía desarrollando un enorme trabajo y que había permitido a la Organización afrontar una etapa de gran actividad. Además, su arrojo personal y la forma en la que en varias ocasiones había eludido la persecución policial le habían dado una aureola mítica dentro de la insurgencia. Las posteriores caídas, dejan a ETA en una situación de gran debilidad en Hegoalde. El trabajo político, el más vulnerable a la represión, se hallaba prácticamente paralizado, siendo la actividad armada la única que se mantenía de forma sostenida.

Los límites del frentismo

Con el objeto de reponerse de los golpes recibidos y preparar en condiciones una futura asamblea, ETA disminuyó su actividad de forma casi total. Nuevamente, las operaciones de castigo del Régimen español provocaban  importantes daños que abrían en ETA un período de debate interno y discusiones cuyas condiciones las imponía indirectamente el enemigo.

Las tensiones entre el Frente militar y el Frente obrero que comenzaron tiempo atrás, volverían a manifestarse. En realidad se trataba ya de una crisis de fondo pues existía una acusación velada que se cernía sobre el supuesto “sobredimensionamiento del aparato militar” y que repercutía directamente en todo el resto de frentes con la misma agresividad por parte de la contra-insurgencia. Pero en realidad, las acciones armadas han reforzado a ETA en su imagen. La eficacia y necesidad de la lucha armada no es ni puede ser cuestionada. El problema realal que el Frente obrero se refiere reside en la necesidad de intentar organizar el importante apoyo social que ETA está cosechando con la espiral. ETA intenta ya conjugar lucha armada y lucha de masas. La síntesis más alta de esta relación es el paso de las acciones de los grupos de vanguardia a las acciones armadas populares.

El Frente obrero es la opción natural de encuadramiento para los simpatizantes de ETA que desean comprometerse sin realizar tareas militares, pero en la práctica el nivel de represión que van a asumir los militantes de este Frente es similar al de los del militar. Hay que apuntar sin embargo que, precisamente, aquellos que se negaron a dejar en manos del Frente militar el peso de la sigla ETA para que Ésta asumiera los costos represivos más duros, esgrimían de nuevo las dificultades del desarrollo político en una situación de enfrentamiento armado en ascenso. Las preguntas surgen de inmediato: ¿Acaso el Frente obrero pensaba que podía organizar su actividad política sin ser golpeados por la contra-insurgencia aunque trabajasen al margen de la actividad militar? o ¿realmente lo que se estaba fraguando era una concepción diferente de  organización que bajo premisas ideológicas distintas, rechazaba la actividad militar en las claves por las que se estaba desarrollando? 

El Frente obrero cree que el carácter militar asumido por ETA supone un obstáculo para transformarse en una organización de masas y así ser la Vanguardia de la clase obrera vasca. No faltaba quien señalara que las propias incapacidades del Frente obrero no podían escudarse tras  el señalamiento constante al Frente militar. 

Operación Ogro

El malestar del Frente obrero aumentaba a medida que detectaba un importante movimiento entre los más destacados miembros del Frente militar sin que se supiera a qué iba dirigida tanta actividad. ETA decidió que había llegado el momento de responder a las acciones de la dictadura española con una operación contra algún miembro del aparato político o represivo con la mayor inmediatez posible. En estas circunstancias se diseña la “Operación Ogro”, un ataque directo a la cabeza del Régimen. Pero lo que en un principio debía ser un contragolpe al franquismo, la ejecución exitosa del almirante Carrero Blanco significará un logro, no sólo por el alcance de la acción, ya que ETA imaginaba el impacto político que generaría, sino porque en realidad,Carrero es la figura elegida por Franco para perpetuar la Régimen.La muerte del almirante a manos del comando Txikia supondrá una aceleración de los acontecimientos y la decisión definitiva por parte de algunos sectores de la oligarquía de iniciar una voladura controlada de la dictadura militar.

La sociedad vasca, la del Estado español y los sectores más informados de la opinión pública internacional contemplaron con asombro cómo un modesto grupo armado, en una acción sin precedentes, había dinamitado los planes de continuidad del franquismo. Tras subsistir a todos los intentos de aniquilación, sus voluntarios eran perseguidos sin contemplaciones, con la orden de eliminar a los más destacados.

La ascendencia social y política de ETA era creciente y cada vez estaba más claro que no podía ser un marco organizativo para amplios sectores populares por el nivel de sacrificio que acarreaba pertenecer a ella. Esta cuestión, que estaba empezando a ser asimilada entre los militantes del Frente militar fue la que llevó a que la mayoría del Frente obrero abandonara la Organización. ETA ya no era sólo un instrumento con el que despertar conciencias y matar el miedo. Euskadi Ta  Askatasuna comenzaba a convertirse en una referencia político-militar que necesitaba dotarse de una estructuración más amplia, más novedosa, superando las contradicciones internas que le generaba su propia concepción político-militar y su estructuración frentista.

Durante casi quince años de funcionamiento el modelo organizativo presentaba graves problemas para su desarrollo y era incapaz de abarcar todas las facetas de la resistencia, a la vez que marcaba las pautas para el renacimiento cultural, nacional e intentaba potenciar la lucha de clases. Conscientes de ello, ya en 1974, enlos estertores del Régimen franquista, ETA entendía que llegaba el final de su estructuración frentista y el inicio de otro nuevo que contemplara una operatividad armada más intensa y que vinculara la lucha de masas al esquema diseñado de la Guerra Revolucionaria  

Entre lo viejo y lo nuevo 

En Junio del mismo año de 1974, la Organización celebra su III Biltzar Ttipia tras la VI Asamblea. En esta reunión se tomarán una serie de medidas destinadas a mejorar técnicamente el funcionamiento de la Organización, especialmente en lo referente al aparato militar. Así se producirá una compartimentación estricta entre los comandos legales e ilegales, se creará un embrión de lo que sería un aparato de operaciones especiales y se constituirá una nueva unidad de base que sustituya a los tradicionales hirurkos. En cuanto a los objetivos del accionar armado se señalan tres como prioritarios: 

  • Abastecimiento logístico y económico
  • Ataque a las Fuerzas de Seguridad del Estado
  • La liberación de presos a través de fugas o canjes. Además, desde principios de 1974, la dirección, adelantándose a los acontecimientos interiores, había asumido que la hipótesis de la ruptura con el Frente obrero era la más probable.

Para adaptarse a ese escenario se había puesto en marcha un nuevo sistema de funcionamiento en varias zonas que se llamaron "zonas piloto" por lo experimental de esta apuesta. El “nuevo” modelo agrupaba el trabajo político y el militar de cada zona bajo la dirección de un responsable único aunque ambas tareas debían ejercerse a través de estructuras estancas unas de otras. De forma solapada se está conformando una nueva estructura organizativa más compleja pero indudablemente derivada y con muchas similitudes en el fondo al del modelo frentista.

Pero estapermanencia y persistencia de la tendencia a mantener unificadas las labores políticas y las militares responde a la posibilidad de la creación de un Ejército Popular tal como se había visualizado en la teoría de los años 60. Sólo el Frente militar, consciente de las dificultades crecientes que para su operatividad se deriva la estructuración conjunta, se opuso a esta transformación y defendió que la práctica armada debía separarse completamente del resto de los frentes.

La verdad es siempre revolucionaria

En medio de estos cambios, la presión del Estado provocó que ETA tratara de realizar un nuevo contragolpe de envergadura que tuvo un resultado muy diferente al previsto. El día 13 de Septiembre de 1974, un comando introdujo una bomba en la cafetería Rolando de Madrid, en la calle Correo. Este establecimiento se encontraba situado en un lateral de la Dirección General de Seguridad, central de la Policía española, y era frecuentado masivamente por agentes de este cuerpo. ETA pensaba que la práctica totalidad de la clientela del local serían policías por lo que preparó una carga explosiva de gran potencia. Cuando se produce la deflagración un total de trece personas resultarán muertas, entre ellas únicamente un policía y aunque entre los heridos se encuentra el número dos de la Policía política española el resto de las víctimas son empleados y clientes del local.

Ante este error de cálculo de consecuencias tan dramáticas, la dirección armada se siente conmocionada. ETA, consciente de lo confuso de la situación, emitirá un comunicado el día 15 del mismo año, en el que se desvincula de los hechos aunque implícitamente defiende la acción. Esta postura provoca estupor en un sector de los militantes vascos que defienden la necesidad de reivindicar la acción aunque sus resultados no hayan sido los esperados

En las semanas siguientes esta cuestión acrecentará el malestar interno arrastrado desde las decisiones que a nivel organizativo se están dilucidando. Con la cafetería Rolando sobre la mesa, en Octubre de 1974 se consuma la separación de ETA entre dos formas de concebir el recorrido organizativo: por un lado, la denominada rama político-militar, formada por la mayor parte de la dirección, los integrantes del Frente Obrero y mayoritaria entre la militancia (los "polimilis") y por otro, la rama militar, formada por una mayoría de los integrantes del Frente militar (los "milis"), que sería liderada por Argala.

 

5.     OFENSIVA ESTRATÉGICA (1975)

A finales de 1974 dos organizaciones reivindican la historia y la ideología de ETA, y con ese nombre desarrollan su lucha política y armada. Ésta última es una apuesta que ambas partes defenderán sin fisuras, siendo inicialmente los polimilis los más activos en este terreno. Los milis albergan dudas sobre la sinceridad de los poli-milis y creen que detrás de la nueva apuesta puede haber un interés oculto para colocar a la Organización al servicio de un partido político que pueda utilizarla para mejorar posiciones en el escenario de Reforma política que se avecina. Pero la trayectoria inicial de ETA político-militar termina por convencer de su coherencia hasta a los más recelosos.

El año 1975 marca un punto de inflexión en la actividad de ambas ramas de la insurgencia. La muerte de Carrero acelera el proceso de descomposición del Régimen dictatorial. Bajo la sombra de Franco, es nombrado un nuevo presidente del Gobierno español, Carlos Arias Navarro. Con él entran en los ministerios hombres provenientes de la oligarquía financiera. Cada vez se hace más evidente el cambio en las instituciones para mantener inalterado la hegemonía de los centros de poder económico y militar españoles.

En cuanto al plano internacional, los EEUU, de acuerdo a la información que recibe de sus servicios secretos, tratan de llegar a una nueva estrategia mundial que instaure en Europa un “orden del centro” mínimamente legitimado. Tenían que reestructurar, según sus criterios, las situaciones demasiado comprometidas, es decir, los gobiernos pseudo-fascistas y las dictaduras militares que aún sobrevivían en su seno y por tanto debían de desaparecer. Ya en 1973, representantes de los servicios secretos españoles habían formado parte en una reunión de Stey Bilding (Red Gladio) por iniciativa norteamericana y francesa, aunque el Estado español no formaba parte de la OTAN.

Por su parte, las fuerzas insurgentes vascas creen que  se acerca  un “posible final” ya que la dictadura franquista no tiene perspectivas de futuro. Se incrementan los enfrentamientos armados directos y la cantidad de contingentes desplegados. Este momento es decisivo para desbordar al gobierno y/o controlar el país. El salto que se pretende es ambicioso, se trata ya de pasar a una Ofensiva Estratégica, pero no se contempla desde los mismos parámetros en ambas organizaciones de ETA.

Dos modelos organizativos en liza 

La acción de Madrid en la cafetería Rolando genera multitud de recelos políticos y precipita el debate  no sólo sobre  cómo estructurar la organización armada para poder desarrollar la Guerra Revolucionaria sino también se intenta definir cómo se debería encuadrar a la base de la Izquierda Abertzale que se está gestando bajo el paraguas armado y la espiral. 

La insurgencia se intenta re-definir de dos maneras divergentes:

  • El sector mayoritario de la dirección (polimili) ha apostado por crear células abertzales sectoriales, autónomas a nivel local, pero coordinadas por un único responsable a partir del nivel comarcal que se encargaría también de la dirección de las acciones armadas. A esta estructura la denominan "político-militar" y consideran que es una mejora de la tradicional de frentes. Este sector dominaba ampliamente la estructura de voluntarios  legales y la reconstrucción del área política se había realizado en varias zonas de acuerdo con el modelo político-militar.
  • Por otro lado están los denominados milis, que consideraban que este modelo repetía los errores de la estructura frentista y aún más, los magnificaba, dando pie a una mayor integración entre lo político y lo militar que debería traer nefastas consecuencias políticas y represivas. Para ellos, la lucha armada y la lucha política deberían realizarse desde organizaciones diferentes. 

ETA ya había vivido rupturas de gran importancia pero ésta generó una situación novedosa. Y es que, a diferencia de procesos anteriores, los motivos para la separación no se basaban en disquisiciones ideológicas (ya que ambas mantenían los mismos objetivos estratégicos) sino en razones políticas, organizativas y operativas. Mientras los polimilis aún creen que es posible generar una situación pre-insurreccional con la actividad militar en combinación con las de orden político y así caminar hacia la creación del Ejercito Popular, los milis valoran que no se dan las condiciones adecuadas para semejante ofensiva ya que la experiencia lo que demuestra que no se va a poder desarrollar una fase tan ambiciosa.

Todo parece indicar que los polimilis atisban con suficientes razones que el devenir de los acontecimientos, las acciones armadas, las operaciones de castigo del Estado y las movilizaciones populares ascendentes, mostraban el impresionante cambio que se había operado en la sociedad vasca en los últimos años a diferencia de lo sucedido durante el Proceso de Burgos. Este clima de confrontación además, no había venido motivado por la necesidad de dar respuesta a una amenaza represiva inminente, sino que había sido fruto de una ofensiva planificada de la espiral, que encontraba un eco masivo en una sociedad dispuesta a participar activamente en la lucha. Los polimilis vislumbraban una oportunidad única de dar el golpe definitivo al sistema y reclamar para si el control político y militar de Euskal Herria. Sin embargo los milis, más cautelosos, comprendieron rápidamente que, a pesar de las circunstancias,  la situación vasca no era pre-revolucionaria y que las Fuerzas Armadas españolas aún poseían una gran capacidad de respuesta en caso de que los acontecimientos derivaran a situaciones que no controlaran.

El peso de la herencia

La constatación de la existencia de sectores crecientes que estaban dispuestos a luchar, el alineamiento de buena parte de ellos con las tesis abertzales y la percepción de que el franquismo se aproximaba a su fin, hicieron que la rama político-militar de ETA viviera en un clima de optimismo. Así, en lo que a la actividad insurgente se refiere, la respuesta dada por la sociedad vasca hace que no se descarte la posibilidad de un reforzamiento de la misma que desemboque en una confrontación abierta. Pero también se contempla la posibilidad de que no sea posible incrementar esta actividad de forma sustancial. Los polimilis analizan ambas hipótesis y hacen previsiones para cada uno de los casos:

“En realidad toda nuestra estrategia política está en función directa con nuestra capacidad militar. Si esto adquiere un nivel muy elevado mediante la extensión de la lucha armada a amplios sectores de nuestro pueblo y un aumento en la complejidad de nuestro dispositivo militar, la perspectiva de una victoria total sobre el aparato de ocupación y explotación implantado por la oligarquía española sobre Euskadi debe pasar a un primer plano. Si en cambio, nuestro dispositivo armado queda a un nivel semejante al de nuestra actual potencia de fuego, las perspectivas políticas deben cambiar. Entonces cobra mayor importancia la idea de lograr arrancar ciertas concesiones a la oligarquía, imponiendo condiciones que, si bien no suponen su derrota total, sí desbordan los límites previstos por ella.”  

Comunicado de la segunda parte de la VI Asamblea (ETA pm).  

ETA pm, con los Bereziak (especiales) en vanguardia, pusieron en marcha una ofensiva que se centró principalmente en las Fuerzas de Seguridad. La campaña armada parecía obtener los resultados marcados y continuaría tras la celebración de la segunda parte de la VIª Asamblea en Enero de 1975. En ella se contemplaba la posibilidad de que una intensificación sostenida de la lucha armada pudiera acabar en una victoria sobre el Estado, y aunque se suponía que también era posible que no se alcanzara ese nivel, se consideraba necesario explorar esas posibilidades. Igualmente importante por su carácter desestabilizador, se consideró realizar acciones fuera del territorio vasco. En la asamblea se habían oficializado contactos con varios grupos revolucionarios de carácter nacionalista en Paises Catalans, Galiza y Canarias, y fruto de esos contactos se realizaron captaciones de voluntarios dispuestos a prestar infraestructura para ETA en esos territorios. 

Finalmente, el peso del incremento de la actividad militar pivotará sobre los comandos legales, que estarán en cada zona bajo el mando del responsable único. Para acciones de mayor complejidad se estructura el aparato de comandos Bereziak (especiales) compuesto por militantes liberados de mayor experiencia. 

Descalabro de la ofensiva polimili 

Tal como habían valorado los milis, pronto llegarían los reveses operativos en el lado polimili. El primero motivado por la detención del responsable Juán Miguel Goiburu, Goierri, en una operación en la que la Policía mata al voluntario Mikel Gardoki. Al día siguiente de la captura de Goierri, el Gobierno decreta el estado de excepción en Bizkaia y Gipuzkoa durante tres meses, medida cuyo detonante, además de la situación política y las protestas laborales, parece ser la intención de sacar todo el partido represivo a esta detención. Era el sexto estado de excepción que padecían Bizkaia y Gipuzkoa en los últimos años y sería el más duro. Cuando  se levanta en Julio el balance es desolador. Alrededor de 4.000 personas han sido detenidas, la mayoría de ellas torturadas, y otras seis han fallecido por disparos de la policía en diferentes sucesos: un militante de ETA, dos colaboradores y tres personas ajenas a actividad armada. 

Sin embargo, los golpes más duros estaban por llegar. ETA(pm) había decidido crear comandos en Madrid, Catalunya y Galiza valiéndose de sus contactos con organizaciones de esos lugares. El comando destinado a Madrid tenía como objetivo colaborar en una gran operación de fuga desde la cárcel de Segovia, en la que participarían unos 60 presos. En este despliegue por el Estado español se había implicado la estructura de comandos Bereziak, con su dirección a la cabeza, a la usanza tradicional en ETA y que tantos quebraderos de cabeza le había causado en el pasado.

La impaciencia y la improvisación se hicieron dueñas de la operatividad de ETA(pm). La insurgencia pm  comete además un error fatal al encomendar la logística de estos operativos a una persona que a la postre resultó ser un colaborador de los Servicios de Información españoles, Miguel Lejarza Egia, “El Lobo”. Lejarza había contactado con la dirección polimili en Iparralde a donde supuestamente había huido de la policía. Alegando relaciones profesionales, afirmó estar en disposición de ofrecer varias casas como salvaguarda para la Organización. Los polimilis le encargaron conseguir la mayoría de la infraestructura sobre la que iban a apoyar su campaña en el Estado español.  El Lobo permitió a la policía controlar metódicamente a casi todos los comandos sin ser detectados. 

La dirección polimili decide insistir y trasladar nuevos comandos a Madrid y Barcelona, con la intención de secuestrar a alguna personalidad relevante para intentar salvar así a los juzgados. Aunque ya existían algunas sospechas, se encomienda otra vez a Lejarza la participación en la acción. El resultado es nuevamente la desarticulación de los comandos y la detención de veinte voluntarios, entre ellos Ezkerra,  la muerte de Montxo Martínez en Madrid el día 18 de Septiembre y de Andoni Campillo en Barcelona el día 19. Tras estas operaciones, El Lobo es desenmascarado, pero su tarea ha causado un daño demoledor a ETA político-militar, llegando a finales de 1975, con la Organización tremendamente debilitada.

Tras el paso del huracán represivo los polimilis sólo contaban con un único comando operativo en Hegoalde. Decenas de personas habían sido detenidas y el 80%, de los militantes tuvieron que huir a Iparralde. La amplitud de la estructura polimili, en la que seguían mezclándose miembros que realizaban una actividad semipública con miembros liberados y las prisas en impulsar acciones sobre bases poco sólidas habían minado su capacidad

Paralizada por las operaciones de castigo, ETA(pm) organizará cursillos de formación con los pocos militantes que le quedan y sobre esta base tratará de reconstruir su estructura. Eduardo Moreno Bergaretxe, Pertur, se convertirá en teórico de los polimilis e intentará dar una salida al fracaso de la ofensiva armada. 

El triunfo de la cautela

Por otro lado, ETA militar no desea entablar una competición de legitimidad con ETA (pm). Saben que una hegemonía polimili inmediata es incuestionable, pero están convencidos de que los defectos de su modelo organizativo son tan graves que a medio plazo la represión terminará por frenar las expectativas que están albergando. Para ETA militar, el modelo político-militar supone renunciar a las posibilidades de intervención política en una futura situación de democracia formal ya que impedirá la constitución de referencias organizativas civiles abertzales fuertes porque éstas seguirán soportando el mismo nivel represivo que los antiguos frentes, que nunca funcionaron de manera continuada. Este peligro llevará a ETA(m) a plantearse seguiradelante como una estructura que se centrará en la práctica armada, dejando el terreno libre para que organizaciones de nuevo cuño, pero situadas en el terreno ideológico de la Izquierda Abertzale, sean las que entren en el juego político.

Siguiendo este análisis, ETA militar comienza su construcción decidiendo una paralización de las acciones armadas ofensivas, y dejando la puerta abierta únicamente a operaciones de abastecimiento y fugas. A este período lo denominará "tregua táctica". Otro dato significativo es que a los nuevos voluntarios se les pide haber cumplido ya el servicio militar (o edad similar en el caso de las mujeres) lo que denota, además del interés de reclutar militantes entrenados en el manejo de armas, la intención de elevar la edad media de la Organización. A los nuevos miembros se les exigirá igualmente abandonar cualquier tipo de contacto político con otras organizaciones al objeto de hacer de ETA una estructura más estanca.

Al frente de este proceso se encuentra un nuevo equipo de dirección en el que figuran personas como Argala, Txomin Iturbe, Trepa, Peixoto o Yoyes. Junto a ellos se habían alineado miembros veteranos del aparato militar como, Josu Urrutikoetxea, Pérez Revilla, Azkoiti... Esta dirección tomará además una medida novedosa en la historia de ETA. Sus miembros trabajarán fuera de Hegoalde  para evitar que su detención proporcione información vital a las Fuerzas contra-insurgentes españolas. Esta medida se revelará como muy importante pues se tiende a repetir situaciones del pasado y lo que pronto sucederá en el sector polimili.

En unos meses, ETA militar logrará crear una potente organización, enfocada fundamentalmente a la actividad insurgente pero con un sólido aparato político que analizará la situación para evitar quedarse desconectada de la realidad.Cuando en Mayo de 1975, ETA militar entre en acción, su gran capacidad provocará sorpresa, ya que la discreción con la que había llevado a cabo este proceso no hacía sospechar la dimensión que la insurgencia mili había adquirido. Golpearon cuando consideraron estar preparados para ello, tras más de medio año de riguroso trabajo interno.

Este enfoque diferenciado no estaba basado únicamente en consideraciones técnicas sobre la mejor manera de proyectar la actividad militar, sino que existían también razones políticas de fondo. Como hemos mencionado, los polimilis no renunciaban a la posibilidad de que un incremento sostenido de la acción armada pudiera llevar a una situación cuasi insurreccional.Los milis por el contrario, eran más escépticos sobre la evolución de la situación y parecían tener claro que la Reforma política iba a imponerse en el Estado (aunque no en Euskal Herria) y que la Organización y el conjunto de la naciente Izquierda Abertzale deberían re-situarse para proseguir la lucha en esas circunstancias. 

En todo caso, la escisión en vez de mermar la capacidad de ETA la multiplicó por dos, lo que unido a la decisión del Estado de dar comienzo a una amplísima campaña de guerra sucia, determinó y alimentó la espiral de violencia que se desató desde finales de 1974. La Doctrina militar asumida por Euskadi Ta  Askatasuna desde 1965 aún se podía dar como válida en esas circunstancias. 

 

6.    REFLEXIONES

 ETA comienza su andadura siendo más un cúmulo de voluntades para el enfrentamiento que la verificación de la necesidad de una línea político-militar planificada. En realidad no hay definidos aún objetivos políticos claros y alcanzables desde un punto de vista armado, pero en cualquier caso, los resortes que su actividad relativamente improvisada, consigue mover los resortes lo suficientemente importantes como para romper las barreras del silencio informativo y el miedo que atenazaban al Pueblo Vasco. 

La insurgencia necesariamente asume polivalencias, lo que le proporciona una capacidad de influencia amplia y que le lleva a convertirse en un punto de referencia social y político. La dictadura aprecia claramente los peligros de los movimientos de ETA y se esfuerza en su combate. La superación de la dura represión inicial y la perpetuación de ETA manifiestan que la Organización consigue implantarse sustentada en la asunción de la multifuncionalidad de labores y su heterogeneidad ideológica. En este sentido, ETA por el momento no precisa de concepciones políticas perfectamente construidas y cerradas que le lleve a ser radicalmente consecuente, sino que sus miembros son el fruto de la espontaneidad, de la necesidad de buscar la libertad y la justicia, que aunque puedan resultar abstractas, sirven de acicate para enfrentarse a un sistema totalitario en plena Europa Occidental. 

Por el contrario, existen dos obstáculos a tener en cuenta a la hora de abordar un futuro con garantías, si no de éxito, si de supervivencia:  

  • La insurgencia vasca se encuentra frente a una maquinaria militar franquista eficaz fruto de su experiencia histórica.
  • Por otro lado, el asentamiento progresivo y sostenido en el tiempo en la filosofía de ETA, ante la imperante necesidad de fomentar la acción continuada, de la creencia en el principio de que el movimiento es lo principal y el objetivo lo secundario, algo que pesará también en el conjunto de las organizaciones populares y de clase que surjan bajo el paraguas de la estrategia armada en un futuro. 

Tal y como se configura la sociedad vasca de la época, la militancia de ETA asimila progresivamente que va a tener que realizar un esfuerzo de originalidad si desea llevar el enfrentamiento a cotas cualitativamente superiores. En este sentido, si bien en el entorno geopolítico vasco y en la tradición revolucionaria europea, se contemplaba la insurrección como un medio factible (dadas las condiciones de desarrollo económico y de urbanidad) para derrocar a un gobierno opresivo mediante un golpe único y definitivo con la toma del poder de manera inmediata, la realidad  mostraba que tal acto no podía ser llevado a efecto con un mínimo de garantías. 

El ejemplo que ha predominado como modelo referencial insurreccional es la Revolución de Octubre en la Rusia de 1917. Pero el estudio de ese hito histórico desde la perspectiva del desarrollo de los acontecimientos pone en cuestión que tal suceso respondiese a un sólo y único movimiento militar. Realizando una amplia retrospectiva más profunda, desde 1914 en concreto, permitiría una interpretación de que la Revolución soviética se adecúa más a los planteamientos de desarrollo de una Guerra Revolucionaria que a los de una insurrección urbana tal y como se ha venido entendiendo, lo que facilitó sobremanera a los bolcheviques extender sus planteamientos ideológicos que les llevaron a la victoria. 

Así, el mito de la insurrección como desencadenante de la conquista del poder que aplicó también la IIIª Internacional, facilitó la derrota de los movimientos revolucionarios en Irlanda (Levantamiento de Pascua), en países centro europeos como Alemania y Hungría y en Asia, es el caso de las sublevaciones en ciudades chinas como Shangai, Nanchang  y Cantón, durante los años 20 del siglo pasado 

La Guerra Revolucionaria por tanto, aunque concebida por los miembros de ETA de forma idealista al comienzo, se vislumbra como el instrumento  más adecuado y capaz para un proceso que debe tener presente las características de la formación social donde se intenta desarrollar. Naturalmente, la sociedad vasca es preeminentemente urbana… por lo que no es posible crear zonas liberadas ni acosar las ciudades desde el campo. Pero los argumentos economicistas, basados en la estructura productiva o demográfica, en el que se escudan  algunos para descalificar el intento armado no son un impedimento para los militantes de ETA. La estrechez de miras respecto a la lucha armada simplemente denota las incapacidades de los que realmente no tienen interés en aplicar con creatividad los principios de la Guerra Revolucionaria en las condiciones específicas de la lucha nacional y de clases en territorio vasco. 

Superada la etapa de Defensa Estratégica y a lo largo de los años de desarrollo del Equilibrio Estratégico, la insurgencia armada ya no es solamente un punto de referencia político obligado, sino que pasa a convertirse en Vanguardia de la liberación nacional y con el tiempo social para amplios sectores de la población de Euskal Herria. El Pueblo Trabajador Vasco es la base humana principal en la que se sustenta la Guerra Revolucionaria. 

En otro orden de cosas, la heterogeneidad idearia e incluso política de ETA, aunque tiene la virtualidad de aglutinar,  necesariamente le va pasando factura. Siendo la indefinición ideológica una posición cómoda y todavía esencial para su supervivencia en el escenario de Equilibrio estratégico del enfrentamiento armado, ETA va dando pasos en la construcción de un proceso revolucionario específico, en un marco de lucha de clases concreto que necesariamente va a modificar  los principios generalistas de los que partió desde su nacimiento como grupo armado multifuncional. 

Así las cosas, la propia caracterización de ETA desde sus orígenes, como estructura político-militar y germen del futuro Ejército Popular, concibiéndose éste como eje estructural de la liberación nacional y social vasca, provoca la inevitable y constante aparición de las contradicciones entre lo militar por un lado y el desarrollo político por otro, en un entorno que se va dibujando cada vez más complicado, lo que en algunos sectores de ETA se traduce una dura crítica a la dinámica militar de la espiral pues se atisba, debido a la efectividad represiva, que puede ser contraproducente para la preparación y organización de la lucha de masas.

Tras la ejecución de Melitón Manzanas, la insurgencia padece el alcance real de la represión y de su capacidad para infringir a ETA un daño considerable. La excesiva centralización de su dirección, la no compartimentación estanca entre frentes y las prisas por dar respuestas armadas que mantengan la espiral en auge, hace que la contra-insurgencia consiga introducir cuñas muy profundas en las grietas estructurales de ETA. La represión aprovechó la permanente relación entre militantes de diferentes sectores lo que facilitó la labor policial.

En la historia de ETA, ruptura y reconstrucción determinan constantemente su acción cuyas repercusiones interiores son muy importantes. Sin embargo, se debe reconocer un logro sustancial a la insurgencia, cual es la de que ya no es posible acabar con su actividad debido a su implantación social y política. Un ejemplo de ello es la captación y la aportación masiva de EGI a mediados de los 70 lo que permitió cubrir las bajas provocadas por la represión contra-insurgente. 

Pero siendo consecuentes, la asunción de la doctrina militar de la Acción-Represión-Acción implicaba necesariamente que las prioridades de ETA se centraran en la cuestión militar, lo que a su vez hace resentirse a la línea de intervención política expresada en el Frente obrero. Ante esto, el Frente militar adopta una postura aparentemente “divisionista” aunque muy inteligente, cuando plantea al resto de frentes las dificultades del modelo frentista bajo una misma sigla. Su iniciativa de separación estructural aunque novedosa, responde a una clarividencia cierta respecto a lo que viene siendo reiterativo periódicamente cuando se lanzan sobre la Vanguardia armada las Fuerzas policiales. Pero la propuesta no es admitida. Al contrario, el Frente obrero permanece anclado en miedos y a modelos clásicos organizativos. Aparentemente fiel a principios de la Guerra Revolucionaria, el Frente obrero muestra una constante incapacidad de desarrollo por si mismo que achaca a la actividad militar ya que ésta atrae, inevitablemente, a la maquinaria represiva del estado. Las consecuencias para el aparato político es su nula incidencia en amplios sectores populares y de clase trabajadora que no engarzan con la lucha de ETA salvo por su actividad armada que es, precisamente, la que con tanto ímpetu combate el Estado y de la que debe emerger con fuerza el futuro Ejercito Popular.

Bajo otro prisma  se puede argumentar que el Frente obrero no puede hacer desaparecer la represión de una dictadura, por eso mismo, porque es un sistema totalitario. Y aunque se hubiese situado fuera del organigrama de ETA (como pretendía el Frente militar), la persecución iba a ser igualmente brutal por los planteamientos políticos independentistas y socialistas que un Régimen como el franquista, no podría aceptar bajo ningún concepto. Una represión tan dura por otra parte, que lleva a algunos militantes a asumir costos humanos que no necesariamente responden a una necesidad política ni militar, como intentaba justificar el informe realizado por la dirección de ETA en un momento dado, sino que hay que achacarlos a fallos organizativos que se encubren con un manto de fatalismo absurdo ( rozando la exaltación del martirio como concepto judeo-cristiano) que trata de asumir, vía determinista necesaria e inevitable, las grandes caídas que los golpes represivos  provocan entre las filas de la insurgencia. Así recordemos... 

“… el porcentaje de bajas ha sido muy alto. Pero cabe preguntarse si no ha ocurrido así porque tenía que ocurrir, es decir, si ese quemar todos los cartuchos, llegando hasta el mismo límite, en una acción constante, con relativo desprecio de otras tareas (organizativas, para durar por ejemplo) no ha sido el precio que había que pagar, la condición necesaria para acceder a las nuevas posibilidades ante las que hoy nos encontramos” 

Volvemos a remarcar que la propia Doctrina militar de la Acción-Represión-Acción, hace que ETA viva atenazada por una constante necesidad de reconstruirse para mantener la espiral, que a su vez, dialécticamente, la permite desarrollar el proceso revolucionario en los términos acordados en la Guerra Revolucionaria. Semejante velocidad de los acontecimientos y ante el desgaste que la represión ejerce sobre la actividad armada, la Organización se fractura en dos ramas, milis y polimilis.

La división entre milis-polimilis no responde por tanto en sus comienzos a una hipotética repuesta político-militar tras conclusiones analíticas sobre un posible cambio de escenario en el contexto político general, como se pudiera concluir dada la ya cercana muerte de Franco, sino que sus claves hay que buscarlas en los aciertos del Estado a la hora de agrandar las dificultades operativas y organizativas de la insurgencia para hacer avanzar la Guerra Revolucionaria en los términos sobre los que se diseñó. Y aquí es donde engarzamos una cuestión que no debe ser secundaria y que aparentemente ha pasado desapercibida en diversos análisis como es, el papel que la espiral debía ejercer sobre la creación de un Ejército Popular Vasco que forzara la derrota del sistema.

Vistos los acontecimientos con los años, en cierta medida los polimilis son los que más se ciñen al guión pergeñado allá en los 60. Intentan perfeccionar el modelo frentista por medio de las “experiencias piloto”, que soslayan el debate sobre una posible necesidad de separar la actividad política de la militar ante la presión policial. En consecuencia, contemplan en el horizonte la posibilidad real de construir el Ejército Popular  como eje central de la estructuración revolucionaria mientras la espiral siga vigente, todo ello acorde con los principios de la Guerra Revolucionaria. El Ejército Popular cumpliría un papel fundamental en los polimilis para dar el golpe final al sistema y llevar al proceso revolucionario a la victoria. Se querían poner las bases de un órgano de poder popular en donde los diversos sectores sociales que estaban creciendo bajo la espiral armada y que estaban protagonizando la lucha de masas contra el Régimen franquista pudiesen disponer de instrumentos organizativos para elaborar una alternativa política caracterizada por el abertzalismo y el socialismo, todo ello íntimamente conjugado  con la actividad armada en la perspectiva estratégica de la guerra popular. Así afirman:

“Nosotros entendemos que existe sólo un medio para alcanzar nuestros objetivos: estimular la lucha armada y poner en pie una política de masas tal que vaya aglutinando a los trabajadores y a todo nuestro pueblo alrededor de la alternativa que ésta propugna. La lucha armada es necesaria para dar fuerza a nuestras exigencias, pero ello es una cuestión táctica. Debemos ir logrando los niveles de armamento más altos con vistas a la victoria y teniendo en cuenta que cuanta más potencia militar presentemos, mayores serán nuestras conquistas políticas. Éstas son nuestras tareas desde una perspectiva de Guerra popular. En la línea de masas debemos dar preferencia al Movimiento Obrero de Euskadi. ETA, en algunas zonas, no ha logrado cuajar una política obrera que fuera revolucionaria y abertzale. Creemos que hoy estamos en condiciones y en la inexcusable obligación de hacerlo, a través de la potenciación de organizaciones de masas obreras en una línea abertzale y de clase…”

En el caso de los milis las cosas se analizan de manera distinta. Las condiciones para el abordaje del debate organizativo vienen determinadas por la imposibilidad de mantener y aumentar la presión militar debido a los costes que la represión consigue colocar sobre las espaldas de ETA. Semejante peso se hace cada vez más insoportable y ello puede paralizar al conjunto de la Organización e incluso abocarla al colapso como en más de una ocasión casi ha sucedido, lo que la impediría cumplir los objetivos planteados en la Guerra Revolucionaria.

Para los milis por tanto, hay una cuestión central que es imprescindible abordar y que no se puede zanjar con las “experiencias piloto” como es, la separación de la actividad política de la militar, lo que no necesariamente lleva al cuestionamiento de la futura creación del Ejército Popular para aumentar cuantitativamente el enfrentamiento contra el Estado y provocar así un salto cualitativo:

“Con un mayor respeto a las autonomías de los frentes y a las normas de seguridad podría conseguirse una reducción de la extensión de las caídas. Pero lo que parece estar sobradamente demostrado es que una organización que desarrolla la actividad armada centra sobre sí toda la represión y se ve obligada a sufrir constantes caídas, imposibilitando la creación de organismos de masas estables, capaces de poseer lo mínimo de fuerza indispensable para tener cierta eficacia y capacidad de iniciativa en el juego democrático. Por otra parte, la Organización se verá obligada a participar en pactos con otras fuerzas situadas en contra de la lucha armada, pactos en los que el frente militar no tiene ninguna necesidad de comprometerse”.

En realidad lo que se comienza a larvar en el interior de ETA son las distintas visiones que emergen sobre el futuro del proceso emancipatorio y la posibilidad real de llevar la Guerra revolucionaria tal y como se había planteado para sus etapas finales. 

Los milis hacen hincapié en el papel fundamental que tiene la lucha armada pero asimismo evidencian, en la situación socio-política de entonces, lo que son los sectores populares de referencia, su diversidad y a los que van a tener que llegar por medio de organizaciones separadas de la actividad militar ya que no se da una situación pre-insurreccional:

 “…un heterogéneo conglomerado de grupos y personalidades”, cuyo común denominador es la reivindicación de la total independencia política de Euskadi reunificada y de un socialismo aún por definir. En este conglomerado sin organizar forman los elementos más radicalizados de la pequeña burguesía, profesionales, baserritarras, arrantzales, grupos estudiantiles, culturalistas, grupos obreros social humanistas, grupos obreros marxistas y lo que hasta hoy ha sido ETA”

Finalmente para los milis, el proyecto político-militar, con una única dirección de los diversos sectores, incluida la lucha armada, cae nuevamente en el error frentista:

“Si cada militante realiza únicamente las tareas específicas de su frente, ¿de dónde vamos a sacar militantes con capacidad para comprender las tareas de los demás frentes que es lo que le da el carácter y la psicología a un militante, la relación con sus responsables o su propia militancia? Nosotros nos inclinamos por lo segundo y es por ello que el argumento carece de toda validez. La estructura político-militar es totalmente elitista y aceptarla por la totalidad de lo que es ETA significa nuestra renuncia a participar en la legalidad democrática. Pero en este caso, ¿por qué no asumir tal posición, con todas las consecuencias, y transformar toda la organización en un aparato militar único?

La respuesta de ETA(pm) a ETA(m) se daría a finales de 1975 cuando los milis matan por error a Julián Galarza, confundido por el comando con el alcalde de Zizurkil (Gipuzkoa):

“El activismo armado ha de ser extraordinariamente selectivo, especialmente en lo que a ejecuciones se refiere. Los inconvenientes de una separación organizativa entre lucha armada y de masas no compensan sus posibles ventajas. Las siglas ETA deben estar hoy más cerca que nunca de nuestro Pueblo, y no pueden verse envueltas en una dinámica que la margine de éste. La alternativa del grupo militarista no es el camino. Ojalá nuestros compañeros de tal grupo la comprendan así”

Pero a diferencia de rupturas anteriores, lo acontecido no supondría un parón en la actividad de ETA en su conjunto debido a varias circunstancias:

  • En un plano técnico, fue determinante que la parte de la organización más fuerte tras la ruptura, fuera partidaria de continuar e incluso incrementar la lucha armada, dinámica en la que pronto se verá ayudada por el grupo minoritario reconstituido.
  • Por otro lado, la organización contaba con una gran demanda de incorporación de voluntarios atraídos por su prestigio, ganado con la espiral, que engrosarían las filas de ambos grupos.
  • Finalmente, lo especial de la situación política, con un Franco anciano al que se preveía muerto a corto plazo, hacía urgente que todos los agentes políticos se esforzaran en aparecer con fuerza para convertirse en referentes ante la nueva situación que se avecinaba.

Como conclusión final debemos decir que los polimilis arriesgaron y mantuvieron una fidelidad a ultranza en los principios y en la Doctrina de combate que se teorizó desde mediados de los 60, mientras que los milis, fruto sobre todo de su experiencia en el Frente militar, entienden que no es posible avanzar ya hacia un modelo de Guerra Popular o Revolucionaria  que permita la toma de poder, dado que no se dan las condiciones sociales para ello. Se perciben, por lo tanto, los límites de la Doctrina militar de la que se dotaron. Una vez desarbolada la ofensiva polimili y a partir de este momento, se materializa el acierto de los análisis de ETA(m). En definitiva, ambas organizaciones, por distintos motivos, finiquitan la Guerra Revolucionaria. Unos por incapacidad militar otros por incapacidad política.

Sin embargo y a diferencia de los milis, la cristalización de la crisis militar en ETA(pm), auspiciada como siempre por la represión, será el detonante para la apertura de una deriva militar y política que arrastrará a un sector importante de la naciente Izquierda Abertzale hacia el pantano del reformismo armado y los lodazales de la integración política institucional que consigue escenificar la “Transición española”, gracias a los Pactos de la Moncloa. La Reforma política desplegada por el Estado español y materializada en Euskal Herria con los procesos estatutistas,  potenciará una falsa sensación para algunos sectores rupturistas de cierta capacitación para acceder al poder por métodos pacíficos.

Abierto el juego democrático reformista, y supuestamente aceptado además por las clases dirigentes españolas y regionalistas, se anuncia que las burguesías “renuncian a la acción violenta e impositiva ya que asumen que su futuro de clase” depende de su consagración a las mayorías sociales que con su voto eligen libremente por quien quieren ser gobernadas”. A partir de este punto, la falta de formación ideológico-política, la “progresiva dulcificación represiva selectiva junto a la seducción material y económica derivada de los privilegios proporcionados por el sistema, irán dando sentido a un cretinismo parlamentario que, absurdo y carente de toda capacitación de decisión política, anulará la actividad revolucionaria.

En definitiva, la incapacidad vía armada, con el ocaso de la Guerra Revolucionaria, provoca una perturbación interior en los polimilis que les hace bascular hacia lo que habían combatido con tanta tenacidad. Un hundimiento asimilatorio progresivo en el que no sólo se introducirá el Bloque político-militar, sino también muchas de las formaciones revolucionarias que, impactadas por las luces brillantes del sistema democrático burgués, se nutrirán de las fuentes de un Eurocomunismo, que parido por la Coexistencia pacífica soviética, fue el hijo adoptado por las organizaciones comunistas, sobre todo en el marco de la Europa Occidental, para afrontar la fase capitalista keynesiana desarrollada tras la Segunda Guerra Mundial. La derrota en la Ofensiva Estratégica de ETA(pm) trae a colación el análisis de lo que sucede a las fuerzas revolucionarias,  no sólo en territorio vasco, sino en el conjunto de la Europa Occidental donde geo-políticamente se encuentra inserto el proceso emancipatorio vasco. No hubo que esperar mucho a la implantación del estado del bienestar (aunque fuese raquítico como en el caso español) para observar la debilidad de las propuestas teórico-prácticas de un modelo, el eurocomunista, que en realidad escondía en su doble-fondo un acomodamiento en la trampa electoralista, la renuncia a la toma del poder y la necesidad imperiosa que tenía la Unión Soviética de ganar tiempo en el escenario de enfrentamiento global contra el Imperialismo.

El Eurocomunismo, asumido por EIA-EE, se arrodillará ante el marco de explotación que sobrevive gracias a la dominación de naciones y pueblos. La pretendida alternativa al capitalismo sucumbirá por tanto ante sus propios enfoques exclusivamente economicistas, ya que no sabrá salir del atolladero socio-político cuando el propio sistema capitalista, por medio de la democracia burguesa, implemente mejoras en las condiciones materiales de la clase trabajadora en Europa gracias al expolio imperial y finja conceder igualdad de condiciones políticas para, con ese ardid, evitar la lucha de clases.

Pero si esto no funcionara, los fondos reservados de los estados democráticos burgueses pasarían a protagonizar la financiación de una escalada de guerra sucia encubierta,  que comenzó a ser aplicada en Europa Occidental contra el Partido Comunista de Bélgica y que también se aplicaba en Euskal Herria desde antes de la desaparición de Pertur, dirigente en el que recayó la recuperación de la credibilidad del proyecto polimili, tras el fracaso de su Ofensiva Estratégica.

Semejante tormenta en el Bloque político-militar deja a unos solitarios milis, que se conviertan así en la única garantía de continuidad del proyecto de liberación nacional y social en Euskal Herria. Tarea que se verá abocada a desplegarse en unas condiciones completamente adversas, tanto en el plano internacional como gradualmente, en el ámbito de Euskal Herria, que paulatinamente, se integra en las estructuras imperialistas occidentales de la mano de una burguesía regional sin escrúpulos.

 

 2013-02

 

EHK _ Euskal Herriko Komunistak