ETA Y LA NEGOCIACIÓN POLÍTICA (IIªparte)

Lucha armada revolucionaria
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Retomemos la cuestión desde la ruptura de Argel. La organización ETA comienza a contemplar sus límites de maniobra en un proceso político negociador y por ende, los límites de la “línea mili” tomada como correcta en los años 70 y 80. Sus comunicados, como hemos podido leer en la primera parte de esta exposición, son una buena muestra de ello.Roto el proceso de Argel llegan las inevitables reflexiones sobre el modelo organizativo y sus influencias positivas y negativas a la hora de afrontar el siguiente asalto a la negociación política. La ruptura de Argel además, viene acompañada de una serie de consecuencias políticas para el futuro del MLNV que no se calibrarán correctamente hasta pasados unos años

En Argel, ETA y muchos de sus dirigentes de la época, tiene sobre sus espaldas el peso histórico de un acontecimiento vital muy importante: El hundimiento del Bloque político-militar de manos del partido creado para dirigir el proceso de liberación,EIA (Partido para la revolución vasca).La poca confianza de los militantes de ETA en los políticos es un hecho incontestable, la experiencia con el PNV, lo ocurrido con el desdoblamiento teorizado en la Ponencia Otsagabia , lo sucedido con los Bereziak, la línea de EIA… marcan aún más si cabe, las precauciones y cautelas que ETA toma respecto a los políticos.

LIZARRA-GARAZI, EL SEGUNDO ASALTO.

Pero esa desconfianza histórica respecto a los políticos, no se puede prolongar si de verdad se intenta abordar un proceso negociador a fondo, esto inevitablemente va a repercutir en las concepciones sobre “quién dirige el proceso y el papel de la actividad armada.”La ruptura de las conversaciones de Argel ha tenido secuelas para las dos partes, aunque como era previsible, ETA y la izquierda abertzale han soportado el mayor coste político.

ETA sigue considerando, ahora más que antes, que la acumulación de fuerzas es imprescindible para abordar un proceso negociador en condiciones. El 12 de Septiembre de 1998 se plasma en Lizarra un acuerdo firmado por todas las fuerzas políticas de ámbito abertzale en el que se considera que el conflicto vasco es de carácter político y que sólo mediante la política se puede solucionar. La resolución del conflicto se hará sobre la base de la ausencia de toda expresión de violencia.

ETA declara una tregua facilitando el desarrollo del Pacto de Lizarra en los parámetros acordados. La izquierda abertzale se presenta agrupada en la candidatura de EH obteniendo unos resultados electorales espectaculares aunque también el Partido Popular de la mano de Aznar y Mayor Oreja cosecha unos resultados favorables.

Pero pronto se visualizan los intereses políticos de las distintas formaciones nacionalistas. La negativa del Estado a negociar una salida al conflicto no hace sino abundar en los diferentes intereses que priman en los partidos. Un ejemplo claro se localiza en el PNV, siempre temeroso de su pérdida del Status Quo. También hay que decir que la izquierda abertzale no ha desarrollado un verdadero movimiento de masas capaz de enfrentarse al Estado.ETA se arroga el papel de garante del proceso…y es acusada por ello desde instancias políticas de sectores nacionalistas de entrometerse en cosas que no le competen. Una vez más los políticos vuelven a fallar.

La ineptitud política es descargada sobre ETA a la que se la acusa de impaciencia e inmadurez, pero los resultados de la tregua más larga de ETA es la total falta de compromiso de la clase política en la resolución del problema político. El Estado conoce perfectamente las debilidades de los partidos nacionalistas y desea prolongar el proceso hasta cotas que lo hagan inefectivo. El PNV a su vez, cree que ETA no se atreverá a romper el Pacto, visto el capital político acumulado por la izquierda abertzale, y entra en el juego del Estado, paralizando toda iniciativa que conlleve un escenario nuevo de lucha.No se genera una movilización capaz de plantar cara al Estado en términos democráticos, el coste personal de tal enfrentamiento resulta demasiado duro para muchos de los autodenominados nacionalistas y la izquierda abertzale no ha desarrollado un verdadero movimiento de lucha de masas. Los intereses de clase del regionalismo vasco prima sobre los intereses populares y una vez más la ruptura se hace inevitable.

El panorama general no puede ser más desolador, la conclusión es clara, el papel de la lucha armada sigue vigente a pesar de las condiciones tan difíciles en las que se desarrolla, pero es la única capaz de abrir escenarios nuevos. Respecto a quién es el sujeto que dirige el proceso es harina de otro costal. Lizarra es el punto de inflexión de un traspaso de poderes desde ETA hacia los sectores populares más concienciados. La línea del Bloque político-militar no parece haber fracasado del todo.

 

 

 

EUSKAL HERRIKO KOMUNISTAK (EHK)